UNA ISLA DE LOS DIFUNTOS CUSTODIADA POR BALLENAS

La misteriosa isla de Ngill Chenmaywe, llamada también Isla de los Muertos, en la mitología mapuche se supone ubicada en algún lugar enfrente del llamado Lafkenmapu, zona costera de la Araucanía. Según la misma tradición sería hasta allí, precisamente, donde seres intermediarios de los mundos de los vivos y los difuntos, llamados trempulcahue o trempilcahue, llevan a los fallecidos para su descanso perpetuo.

Decía el cronista y sacerdote Diego de Rosales en su "Historia general del Reino de Chile", en el siglo XVII, que aquellas almas de los que han partido físicamente son transportadas y reunidas en la isla por tratarse de gente corriente. La diferencia se hacía con los caciques y nobles, quienes reencarnan en moscardones una vez muertos, y los guerreros, quienes se convierten en los famosos pillanes capaces de manifestarse en volcanes o truenos y que la cristianización inclinó a relacionar con demonios o espíritus malévolos. Vamos a las palabras mismas de Rosales para referirse a los que tenían a la isla perdida por destino:

El tercer género de gente, que es la común de hombres y mujeres, dicen que en muriendo van sus almas a la otra banda del mar a comer papas negras. Que unos fingen unos campos, no Elíseos ni deleitosos, sino que de la otra banda del mar están unos campos tristes, fríos y destemplados, que aunque siembran en ellos no dan sino unas papas negras y que con ellas solas se sustentan, y lo pasan con trabajo; aunque también tienen sus fiestas y borracheras las almas de los difuntos como acá los vivos, sólo que la chicha, que es la bebida de las fiestas, es negra como de muertos. Carecen en aquellos campos de leña, y para hacer fuego sólo hay una muy mala de encender y mojada. Y el que de esta vida no lleva fuego no le tiene allá ni con qué calentarse en tan rigurosos fríos que allí hace.

Aquella tierra agreste y fría de ultramar, contrapuesta al Wenumapu o territorio celestial habitado por las almas (equivalente en cierta forma al Paraíso cristiano), se presenta como un reino propio para los difuntos, al que se debe llegar con implementos necesarios como varillas encendidas (copen) para hacer fuego y chicha, puestas en la sepultura. El folclore y las tradiciones de eje mapuche y huilliche la asociaron con la muy real isla Mocha, enfrente de Tirúa y antaño llamada isla San Nicolás. Las comunidades lafquenches denominan a la misma isla como Amuchra o Amucha, además, lo que se traduce como Alma (am) y Resucitar (uchran), reforzando la posibilidad de que se trate de Ngill Chenmaywe o acaso su “reflejo” en el mundo material y profano.

La misma leyenda ha sido estudiada y revalorada por investigadores posteriores, destacando entre los primeros el profesor Tomás Guevara, ex alumno de Diego Barros Arana y autor de varios trabajos publicados desde fines del siglo XIX. Dice al respecto en su “Historia de la civilización de Araucanía”:

Nuevas complicaciones se han introducido en tiempos modernos acerca de las ideas del otro mundo.

Creen algunos mapuches que el lugar de la vida futura de los brujos se halla en las cuevas que tienen ocultas en los cerros, inmensos subterráneos que se extienden por espacio de leguas enteras y cuyas entradas defienden los ihuai, culebrones.

La totalidad sigue creyendo que está no ya en la Mocha, ocupada por el odiado español, sino al otro lado del mar, y que los trempilcahue son unos barqueros que, a gritos de los que llegan, salen a recibirlos en canoas y a desembarcarlos en tierra firme.

Todavía creen en las reducciones apartadas que es necesario llevar fuego para la otra tierra, y es muy frecuente ver indios viejos con dos o tres quemaduras en los brazos, que les hicieron cuando niños con puntas de cañas encendidas.

En armonía quizás con el concepto de la ubicación del otro mundo, todos los cadáveres los entierran en el centro y en la costa con la cabeza hacia el poniente.

Cualquiera sea el lugar de la vida futura, ninguno duda hoy que ahí se goza de una verdadera felicidad, ideada a su modo: con el juego de chueca, aguardiente, comida abundante, mujeres y un suelo exuberante.

La duración de la existencia de ultratumba es temporal: ahí también los hombres mueren, y después de muertos pasan a ser carbones, es decir, a la nada.

Debe señalarse que aquellos trempulcalhues eran entidades fabulosas quienes, en ciertas tradiciones, pasaron a ser reemplazados por antepasadas viejas del finado correspondiente y adoptando la forma de ballenas blancas, generalmente cuatro. Empero, según la versión de Antonio Cárdenas  en “Ngenechén. Dios de Arauco”, se trataría en realidad de una anciana que fue castigada convirtiéndose en ballena y quedando condenada a cumplir con aquel singular servicio funerario a eternidad.

Antigua ruca mapuche en postal de la casa fotográfica de Carlos Brandt, publicada hacia principios del siglo XX.

La terrible Moby Dick atacando uno de los botes de balleneros, en ilustración de Augustus Burnham Shute para una edición de C. H. Simonds Co. de la novela de Melville, hacia fines del siglo XIX. Fuente imagen: Wikipedia.

La caza de ballenas tal cual se practicaba en la época de Mocha Dick. Este grabado corresponde a una publicación de New York de 1841.

El Muelle de las Almas al sur de Cucao, en la Isla Grande de Chiloé, representando al embarcadero en donde los espíritus de los difuntos abordan la barca de Tempilcahue para ser conducidos al Más Allá.

Aquel mito, curiosamente, ofrece un interesante hilo que lo conecta a la historia de un cachalote albino alguna vez habitante de las aguas alrededor de la misma isla Mocha, justamente. En efecto, un cetáceo blanco real se volvió el inspirador de la célebre novela “Moby Dick”, de Herman Melville, todo un clásico de la literatura universal.

A mayor abundamiento, la historia de la ballena monstruosa más famosa de todos los tiempos comenzó con una bestia real llamada Mocha Dick, la que inspiró a su doble literario en la novela de Melville. Conocida también como Pocho entre los pescadores de la zona, habitaba en aguas situadas en las costas de la Araucanía en el siglo XIX. De ahí el que su apodo aluda a la misma isla Mocha, más o menos a unas 15 millas al oeste de Tirúa, casi en el límite de las aguas entre las regiones del Biobío y de la Araucanía. Su leyenda dejó establecido que era un cachalote albino, pero caracterizado principalmente por una violencia y agresividad descomunales, que aterraron a los marinos de su tiempo. Decían los relatos de testigos que lanzaba enormes chorros de agua al aire y se arrojaba con todo su enorme volumen sobre barcos y botes, convirtiendo en un trágico desastre los intentos de cazarla.

La agresiva y descomunal Mocha Dick sólo pudo ser capturada tras unos 40 años de enfrentamientos con los balleneros. Se le encontraron alrededor de 17 arpones clavados en su lomo, de manera muy parecida a la descripción del monstruo “Moby Dick”. Melville pudo haber conocido esta historia y la del trágico encuentro de un cachalote gigante con el ballenero norteamericano Essex, hundido por el animal en 1820 en esas mismas aguas del Pacífico. Muy probablemente, la inspiración cayó durante el paso por Chile del escritor: siendo joven, se había integrado a la tripulación de otro ballenero que operó en aguas del Pacífico, incluyendo Chiloé y el Cabo de Hornos. También pudo tomar parte del caso desde la revista “Knickerbocker” de New York, la que en mayo de 1839 publicó un relato del oficial Jeremiah N. Reynolds, de la Armada de los Estados Unidos, describiendo el extraordinario encuentro entre un grupo de cazadores de ballenas y un ejemplar de enormes proporciones habitante de aguas australes “blanco como la lana”. La criatura, que había sido capturada recientemente, fue llamada por el redactor de la nota como “Mocha Dick, o la Ballena Blanca del Pacífico”.

La isla de Ngill Chenmaywe con sus ballenas guardianas no fue la única ínsula maravillosa de la mitología araucana, sin embargo. Las crónicas hablaron también de una isla del cacique llamado Leuchen Golma (mencionado a veces como Leuchen Gorma o Leuchengorma), leyenda que circuló entre los conquistadores del siglo XVI presentando algunas semejanzas con el mito de la isla Salomón en Perú. Fue mencionada por el cronista Francisco López de Gómara en su “Historia General de las Indias con todo el descubrimiento y cosas notables que han acaecido desde que se ganaron hasta el año de 1551”, comentando allí que el jefe indígena “poseía una isla, no lejos de su tierra, en que había un grandísimo templo con dos mil sacerdotes”.

De acuerdo a información que los propios vasallos de Leuchen Golma habrían dado a los españoles, entonces, “más adelante había amazonas, la reina de las cuales se llamaba Guanomilla, que suena cielo oro, de donde argüían muchos ser aquella tierra muy rica; mas pues ella está, como dicen, en cuarenta grados de altura, no tendrá mucho oro”. Pero, del mismo modo que sucede con Ngill Chenmaywe, esta fabulosa isla o su propietario nunca fue reportados por exploradores o derroteros; ni entonces, ni ahora. El propio cronista comentaba incrédulo, en su momento: “¿qué digo yo, pues aún no han visto las amazonas, ni el oro, ni a Leuchen Golma, ni la isla de Salomón, que llaman por su gran riqueza?”.

Quizá se haya tratado de un error de información respecto de la existencia de isla Mocha, aunque la historia fue adaptándose y cobrando nuevos matices, pues las leyendas suelen sumar nuevos capítulos con el tiempo. Así, el poeta y escritor esotérico chileno Miguel Serrano comenta en su obra “El cordón dorado” sobre la creencia de que el pequeño reino del mismo cacique estaba en realidad una isla lacustre y rodeada por siete volcanes. Es cosa conocida el que existen hermosas islas centrales en lagos australes como Villarrica, Calafquén, Ranco y Todos los Santos, además de la geografía volcánica de la zona, pero están lejos de ser como la mítica tierra con un templo que los informantes indígenas habían comentado.

La isla de los fallecidos de Ngill Chenmaywe con sus ballenas guardianas, en tanto, seguirá siendo invisible a los ojos de los vivos, aunque permitiendo estos puedan contemplar su bilocación en el mundo terrenal, representada por la hermosa isla Mocha.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL YUYO: UN HOMBRE QUE REGRESÓ DESDE LA TUMBA

EL CEMENTERIO DE LOS AJUSTICIADOS Y LOS DESPOSEÍDOS