"ALÓ, ESPÍRITUS"... PRIMERAS LLAMADAS AL MÁS ALLÁ

Una típica sesión espiritista en una mesa. Los dedos extremos de cada mano se tocan formando una cadena alrededor de la redondez del mueble. Fuente imagen: sitio Guioteca.

El espiritismo y la comunicación con la ultratumba había recorrido un largo trecho antes de llegar a asentarse en Chile, a pesar de las tempranas señales que dará de su presencia en el país. Si bien existen algunos casos que podrían servir como antecedentes y que justifican hablar del mismo fenómeno del siglo XIX como neoespiritismo, se da por hecho que el origen de la práctica moderna y occidental parte con la experiencia de las ya legendarias hermanas Margaret, Kate y Ann Leah Fox.

Es imposible hablar de los orígenes del espiritismo si traer el recuerdo de las hermanas Fox. Se trataba de las jóvenes hijas del pastor metodista John D. Fox de Arcadia, en el condado de Wayne, Estado de Nueva York. Tras haber estado experimentando a nivel doméstico lo que se definió como extraños ruidos y sucesos paranormales en su casa de Hydesville, a la que acababan de mudarse, en diciembre de 1847 estas muchachas comenzaron a organizar sesiones destinadas a tratar de comunicarse con los espíritus que, según creían, provocaban aquellos fenómenos. Era el primer paso a una noticia que haría impacto mundial.

Los leales a tal historia aseguran a coro que los fantasmas habitantes de la casa Fox respondían a las hermanas cuando estas les hacían consultas en dichas sesiones: contestaban o se manifestaban con ruidos, crujidos y golpes llamados raps, en el mismo lugar donde estaba la mesa con todos los reunidos alrededor. Ya mejor organizados en un código o patrón de intercambio con los fantasmas, los golpecitos se usaban para señalar la letra o número preciso que se iba indicando en un tablero o una secuencia que, a sugerencia del hermano mayor de las chiquillas llamado David, las Fox habían armado con cartillas o etiquetas sobre la misma mesa.

La siniestra novedad de las reuniones en la casa corrió por todo el estado y personajes de gran relevancia política e intelectual de esos años comenzaron a visitar discretamente a la familia. Era una motivación enorme el poder ver y participar de las perturbadoras sesiones, primeras que "demostraban" en el mundo moderno la comunicación con seres de otros planos y ajenos al mundo material.

Sin embargo, los hechos no tardarían en ser desmentidos por algunos testigos y expertos, como fueron el doctor E. P. Langworthy y el reverendo John M. Austin. Ambos aseguraron que las "respuestas" sonoras eran provocadas por las mismas niñas, provocándolos con golpes de pies o haciendo sonar sus propios huesos con movimientos imperceptibles de coyunturas. Pruebas que ellas realizaron después ante expertos de la entonces recientemente fundada Universidad de Buffalo, además, delataron que algunos de los pretendidos ruidos fantasmales no eran más que el crujido de la articulación de las rodillas, acción que lograban provocar las chicas de forma deliberada.

A pesar de las declaraciones de los incrédulos, la popularidad y la atención por las exhibiciones que ejecutaban las Fox seguirían siendo de gran convocatoria y continuaba expandiéndose en el interés de los curiosos. Cobrando unos humildes 25 centavos que por persona en 1849 como entrada a quienes concurrieran hasta sus presentaciones en el Auditorio de Rochester, las hermanas podían ganar fácilmente más de 100 dólares en una sola sesión nocturna.

Enterado de todo aquello y cuando ya habían comenzado a oírse las primeras voces disidentes, el periodista Horace Greeley llamó a la Fox para ponerlas a prueba con un enorme y sensible desafío: que lo ayudaran a comunicarse con sus hijos fallecidos. Así sucedió y, satisfecho con el resultado, el fundador y director del "New York Tribune" y futuro candidato presidencial devolvería el inmenso favor promoviéndolas como auténticas elebridades nacionales en sus páginas. Desde ese momento, entonces, las Fox ya contaban con popularidad generalizada como para comenzar a cobrar un dólar por entrada individual y a teatro repleto en sus presentaciones, paseando ahora por salas cada vez más elegantes y grandes.

"Que viene el Coco", uno de los famosos "caprichos" del artista español Francisco de Goya, finales del siglo XVIII.

Mano supuestamente estampada desde el Más Allá por la madre fallecida de Giuseppe Leleu, sobre la manga de su camisón, durante una aparición ocurrida la noche del 21 de junio de 1789 en Wodecq-But, Bélgica. Pieza del Museo Cristiano de la Ultratumba del sacerdote francés Víctor Jouët, en la Parroquia del Sagrado Corazón en Prati, Roma.

Las famosas hermanas Fox, fundadoras del espiritismo moderno o neoesperitismo occidental a mediados del siglo XIX.

Una sesión espiritista con materialización de espíritu, en ilustración publicada por la revista chilena "Corre Vuela", año 1908.

Caricatura de una sesión espiritista en una residencia aristocrática, también en la revista chilena "Corre Vuela", año 1908.

La fama continuó llegando como una avalancha imparable sobre las hermanas, y desde allí saltarían al mito internacional pasando la aplanadora sobre los críticos más cautos y los decididos escépticos. Como la vieja residencia de las Fox se quemó misteriosamente, un tiempo después, la circunstancia contribuyó todavía más al fomento del enigma y la intriga de esta historia. Por esta razón, además, las hermanas estaban siendo invitadas a diferentes lugares de todos los Estados Unidos de América e incluso en Europa, causando gran sensación y apareciendo presentadas con frecuencia como un rentable espectáculo comercial para teatros y sesiones particulares. Fue en Francia e Inglaterra, de hecho, en donde se empezaría a connotar y enriquecer al caso con un respaldo de pretensiones científicas.

Pero pasó el tiempo... Cuatro décadas, para ser más exactos, en la que muchos nuevos espiritistas habían aparecido en la palestra proclamando haber logrado sus propios contactos con sus propios espíritus. Entonces, la confesión muy posterior de Margaret ante la Academia de Música de Nueva York, en 1888, significaría un desagradable y frustrante vuelco para las seguidoras de las Fox: admitió que todo había sido un fraude nacido de una travesura de las hermanas, urdido por la mayor de ellas, Leah, tal como habían sugerido tiempo antes los más críticos. Lo que comenzó como una broma se fue saliendo de control, hasta convertirse en una moda y un negocio.

Por su parte, Kate también admitiría el engaño, muy poco después de Margaret según las fuentes. Sin embargo, la gran ola espiritista de la época victoriana ya estaba desatada y, en esos momentos, era una práctica totalmente instalada en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y parte de la Europa oriental, además de haber tomado fuerza también al público de Hispano América, más encima haciendo cruces con disciplinas filosóficas y enseñanzas místicas...

Era imposible revertir el incendio que las Fox habían encendido hacía tantos años, en consecuencia, y las consecuencias de esto se extenderían por largo tiempo más.

Desde nuestra época, es difícil evaluar la veracidad y la truculencia del movimiento espiritista del siglo XIX con todas las variantes y propuestas que adoptó en sólo un tramo de tiempo, influido por la obsesión victoriana con lo sobrenatural y el Más Allá. Aquella primera generación de médiums o "sonámbulos" (así fueron llamados) y psíquicos contó con personajes tan asombrosos como el escocés Daniel Dunglas Home, quien dejaba mudas a las audiencias con demostraciones de levitación de su cuerpo, telekinesis, apiropatía y comunicación con los difuntos. Por su parte, la norteamericana Lizzie Doten aseguraba contactarse espíritus de grandes genios de la literatura universal como William Shakespeare, Edgar Allan Poe, Robert Burns y Felicia Hemans, escribiendo en trance mensajes y versos que ellos le transmitían. La inglesa Anna Kingsford, en cambio, recibía desde el mundo espiritual información relativa a la teosofía, el cristianismo esotérico y el animalismo, con contenidos que después enseñaba en sus prédicas y charlas a nombre de los invisibles maestros.

Aquellos pioneros del espiritismo y muchos otros ya repartidos por todo el mundo a la sazón, serían una favorable publicidad para tales actividades en países más pequeños o distantes, además, como fue sucediendo en el Hemisferio Sur. Sucedía que, al pasear sus talentos por diferentes países haciendo demostraciones, muchos dejaron sembrada la inquietud por el tema del espiritismo, los médiums y los poderes sobrenaturales en cada lugar por el que pasaran. Comenzaban a aparecer así los estudiosos y practicantes locales, imitando lo aprendido y fundando sus propias escuelas o círculos.

Como era esperable, en tanto, científicos y hombres de experimentación permanecieron en su mayoría del lado de los desmentidores de casos y hasta denunciando fraudes, pensado ya entonces el cargo de pseudociencia sobre la disciplina espiritista. Incluso ciertos magos y prestidegitadores hicieron importantes aportes para combatir a los charlatanes, dejando varios al descubierto en estos esfuerzos. Entre otras revelaciones de aquellos años estuvo la forma en que ciertos médiums de pacotillas hacían que las mesas se movieran o brincaran (el clásico efecto llamado table turning) cuando todos los presentes en una reunión ponían sus manos encima: escondidos bajo sus brazos, entre el codo y la muñeca, podían tener firmemente fijados fierros o ganchos con los que lograban levantar el mueble encajándolos bajo los bordes de la cubierta. Este truco fue usado por ilusionistas y magos en salas de espectáculo, por lo demás.

Chile no estuvo ajeno aquellas influencias, tanto de practicantes más serios como de embusteros. El arribo temprano de prácticas espiritistas, de escuelas filosóficas como el kardecianismo y artículos tales como las primeras tablas ouija desencadenaron en el país toda un fiebre espiritista en la segunda mitad del siglo XIX, pero ese es otro capítulo de esta historia.

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