KARDECISMO: LA CORRIENTE ESPIRITUALISTA IMPORTADA A HISPANOAMÉRICA

Allan Kardec, el francés teorizador y filósofo del espiritismo, en imagen de la Biblioteca Digital Gallica.

Nacido como Hippolyte Léon Denizard Rivail, pero usando para la posteridad el nombre de Allan Kardec (1804-1869), sería considerado el máximo exponente de la rama francesa de la doctrina espiritista o "espiritualista" y el principal teorizador occidental del movimiento, al menos en lo referido a su etapa fundacional. Este inquieto e infatigable profesor, filósofo y escritor lionés, cuya escuela llevaría el nombre de espiritismo kardeciano, kardecismo o kardecianismo, aportó unas definiciones y argumentos de validación muy citados hasta hoy para definir o defender tal disciplina, especialmente en su obra "¿Qué es el espiritismo?" de 1859.

Aunque el autor se enredaba en dicha definición y su desarrollo con el vicio de invertir la carga de prueba para dar por hecho irrefutable su veracidad (como en la famosa figura de la tetera de Russell), la explicación central aportada por Kardec buscaba conceptuar y avalar el espiritismo dentro de un patrón de razonamiento que lo distanciara de la superstición y la superchería. Este intento permite resumir, entonces, la misma interpretación que se daría en Chile y otros países de Hispano América a la práctica, una vez que su escuela se instaló en el Nuevo Mundo. En palabras del propio autor:

El espiritismo es una ciencia que acaba de nacer y de la cual queda mucho por aprender aún. Sería, pues, una gran presunción de mi parte pretender solucionar todas las dificultades, de modo que sólo podré manifestar lo que sé.

El espiritismo se relaciona con todas las ramas de la filosofía, de la metafísica, de la psicología y de la moral. Se trata de un campo inmenso que no se puede recorrer en algunas horas. Comprenderéis, señor, que me sería materialmente imposible repetir a viva voz y a cada uno en particular todo lo que he escrito sobre esa materia para uso general. Por otra parte, al hacer una lectura previa seriamente, se encontrará la respuesta a la mayor parte de las cuestiones que acuden a la mente de forma espontánea.

Luego, entrando de lleno a lo que Kardec considera como la validez intrínseca e indiscutible del espiritismo-espiritualismo al cual ha dedicado su trabajo y su fe, dejará escrito en la misma obra:

Una idea es supersticiosa sólo cuando es falsa, y deja de serlo a partir del momento en que es reconocida como verdadera. La cuestión reside, pues, en saber si los Espíritus se manifiestan o no. Ahora bien, no podéis tachar a una cosa de superstición mientras no hayáis probado que no existe. Alegaréis: “Mi razón se resiste a admitirlo”. No obstante, aquellos que creen en las manifestaciones, y que no son tontos, invocan también su razón, y además los hechos. ¿Cuál de las dos razones debe prevalecer? El gran juez en esta cuestión es el porvenir, como lo ha sido en todas las cuestiones científicas e industriales, calificadas en su origen de absurdas e imposibles. Vos juzgáis a priori, según vuestra opinión.

Nosotros, en cambio, sólo lo hacemos después de que hemos visto y observado durante mucho tiempo. Cabe agregar que el espiritismo ilustrado, como lo es en la actualidad, tiende por el contrario a destruir las ideas supersticiosas, porque muestra lo que hay de verdadero o de falso en las creencias populares, y denuncia lo que ellas tienen de absurdo, fruto de la ignorancia y los prejuicios.

Levantamiento completo de mesa en una sesión con un médium, realizada en la casa del astrónomo francés Flammarion el 12 de noviembre de 1898. Imagen publicada por el periódico "El Ferrocarril" del 12 septiembre 1907. Fuente: Memoria Chilena.

Una sesión espiritista con materialización de espíritu, en ilustración publicada por la revista chilena "Corre Vuela", año 1908.

Portada del folleto espiritista "La Voz de los Muertos", número 9, de diciembre de 1908. Fuente imagen: Memoria Chilena.

Una típica sesión espiritista en una mesa. Los dedos extremos de cada mano se tocan formando una cadena alrededor de la redondez del mueble. Fuente imagen: sitio Guioteca. 

Como síntesis de dichos planteamientos, entonces, podemos decir que el espiritismo francés de Kardec consideraba aspectos filosóficos y metafísicos en la integración completa de su doctrina, involucrando así también creencias como la reencarnación y el convencimiento de que, fuera de Dios, no hay más formas de vida no materiales que el alma. En consecuencia, el kardecismo original descartaba la existencia o, cuanto menos, la interferencia de ángeles, demonios y espíritus intermediarios con estas identidades o clasificaciones. Algunos de sus seguidores actuales consideran que esto no significa que los niegue, es preciso señalar.

En contraste, los críticos de Kardec -y que aún existen- lo han considerado más un recopilador y traductor de contenidos que un auténtico impulsor del espiritismo moderno. De acuerdo a esta interpretación, entonces, su valor principal habría estado como un autor que reúne conocimientos y experiencias previas para articularlas en sus escritos como en sistema de propuestas filosófo-espirituales.

En otro aspecto pero de estrecha relación con los anteriores, a pesar de los rasgos lúdicos y hasta de espectáculo en que podía caer muchas veces el espiritismo, la corriente francesa involucraba visiones filosóficas y místicas que le fueron propias acercándolo un tanto al concepto de la religión. Esto fue algo que resultaría tremendamente polémico para sus más críticos, por cierto, y las conservadoras sociedades hispanoamericanas no estuvieron tan ajenas a la misma controversia, a pesar del relajo que llegó a tener en estos países el espiritismo incluso a nivel doméstico durante la segunda mitad del siglo XIX e inicios de la siguiente centuria.

En contraste con Kardec y otros teóricos franceses, se estimaba que el espiritismo de la corriente británica era más funcional o centrada en la comunicación con los difuntos a través de los médiums  y psíquicos, pero acompañado de esa carga de interpretación oscura que fue muy propia de la cultura victoriana a la hora de asimilar y explicarse conceptos provenientes del exotismo de Oriente. Resultó hasta más macabro, hasta cierto punto, además de centrado en ritualidades y una atención particular a los elementos alegóricos o simbólicos de todos los contenidos espirituales, especialmente cuando llegó hasta ellos la influencia de Freud, Jung, Adler, la irrupción general del psicoanálisis y de la psicología experimental con sus nociones sobre el subconsciente, el inconsciente, los arquetipos, etc.

No obstante las críticas, las ramas británicas del espiritismo tomaban, en general, elementos de importantes sociedades secretas de aquellos años, así como del cabalismo, la alquimia y la masonería, destacando casos como la famosa autora Helena Blavatsky y, posteriormente, órdenes herméticas al estilo de la célebre Golden Down. Los ocultistas franceses no se marginaron de esta tendencia, por cierto, con ejemplos como el de Eliphas Levi, fuertemente influido por la Kabalah y la criptosimbología judaica. Muchos médiums europeos, en tanto, serían discípulos directos de madame Blavatsky, su colega Alice Bailey y el célebre mago esotérico Aleister Crowley, considerados frecuentemente como antecedentes de lo que sería después el lado más ocultista del movimiento psicodélico y del New Age, aquel intento de establecer un neoesoterismo a la medida y paladar de Occidente con mucho del influjo de la cultura de masas encima.

A pesar de las diferencias profundas y las distancias, ambas formas de espiritismo-espiritualismo, la francesa (o, más exactamente, la de Kardec) y la británica, hasta cierto grado fueron fusionándose entre sí, adoptando sus propios sincretismos también cuando comenzaron a ser acogidos en el continente americano y sus entonces jóvenes repúblicas. En este marco, Chile fue uno de los primeros países en recoger las lecciones del kardecismo dentro del habla hispana, por lo que no sería la excepción de aquello. Sin embargo, el liderato de la práctica sudamericana con base en las escuelas europeas estuvo sin duda en Brasil y Argentina, países en donde adoptaría también elementos de las tradiciones de origen afro que ya habían sido importadas al continente en tiempos coloniales.

Tras una vida dedicada a la traducción de textos, la escritura, la divulgación filosófica y hallándose permanentemente enfrentado con la Iglesia, Kardec falleció en París el último día de marzo de 1869, a los 64 años. Su tumba en el famoso Cementerio del Père-Lachaise de la capital francesa (el mismo en donde reposan los restos de Frédéric Chopan, Moliere, Oscar Wilde, Edith Piaf, Jim Morrison y otros personajes de culto) aún es visitado por miles de admiradores y seguidores cada año.

Obras publicadas en vida por Kardec como "El Libro de los Espíritus", "¿Qué es el espiritismo?", "El libro de los médiums", "El Evangelio según el espiritismo", "El Cielo y el Infierno o la justicia divina según el espiritismo" y "La génesis, los milagros y las profecías según el espiritismo", llegaron a ser prohibidos y perseguidos en países como España... Sin embargo, desde 1862 Kardec habían comenzado a traducirse y publicarse ya en Chile.

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